viernes, 28 de diciembre de 2018

LA POLÍTICA.


LA POLÍTICA

La Política es una de las obras de  madurez de Aristóteles. En ella se refleja el carácter empírico de su filosofía, es decir, realiza un estudio de las leyes de diferentes ciudades antes de fijar su pensamiento político. Para una mejor comprensión de su concepción política, procederemos a responder a una serie de preguntas que nos guiarán a lo largo de esta disertación : ¿se establece alguna relación entre la política y la ética aristotélica?; ¿acaso se podría ser feliz en una ciudad mal gobernada? ; ¿puede una ciudad corrupta formar seres humanos virtuosos, capaces de alcanzar la felicidad? ; ¿cómo entonces define Aristóteles al ser humano para diferenciarlo del animal? ; ¿dónde realmente encuentra el ser humano su felicidad? ; ¿cuál es la mejor forma de gobierno?
Antes de contestar a las preguntas planteadas, primeramente empezaremos con un primer párrafo de introducción hacia lo que nuestro filósofo griego entiende con política.

Aristóteles plantea una política mucho más pragmática que la de Platón, basada en la realidad y en las circunstancias de cada sociedad. La política no es más que una ciencia práctica, y es por eso que la importancia de la observación y la experiencia en la política del mismo es esencial para entender sus ideas. La política se ocuparía entonces de investigar cuál es la forma de organizar políticamente el Estado y qué leyes e instituciones son las más convenientes para alcanzar la felicidad. Por eso, para Aristóteles, la Ética y la política persiguen ambas el mismo fin: la felicidad.

La ética y la política son, para Aristóteles, ciencias prácticas, saberes que investigan el modo recto de comportarse para poder decidir libremente por sí mismos. Pero mientras la ética reflexiona sobre el fin del individuo, la política tiene como objetivo el fin de la ciudad. Por ello, afirmamos que la ética conduce de un modo natural a la política ; pero si hablamos sobre la felicidad del individuo, no podemos olvidar de que esa felicidad tan sólo se logra en compañía de otros seres humanos, es decir, en la ciudad. De ahí que Aristóteles considere a la política un saber superior, pues la felicidad de muchos es un bien mayor que la felicidad de uno solo. Vemos entonces que la manera correcta de actuar es siempre en grupo ya que: “Nadie sabe todo, todos saben algo, entre todos saben mucho”. Así, podemos sostener que el buen gobierno de la ciudad es una garantía, y hasta podríamos decir que una condición, para la vida feliz de su ciudad.

Antes de afrontar esta cuestión, tenemos que tener claro y no olvidarnos nunca de que es la ciudad la que se encarga de educar a sus individuos. Teniendo esto en cuenta, responderemos al mismo tiempo a la segunda y tercera pregunta planteadas en la introducción, ya que establecen grandes relaciones. La respuesta a ambas preguntas es claramente un NO. De esta manera, decimos que la política sería la continuación de la ética, y del mismo modo, la ética queda subordinada a la política. De esta manera entonces el individuo también estará subordinado a la ciudad, ya que el hombre no es autosuficiente, sino que necesita de la ciudad para vivir. Mientras la ciudad se basta así misma; ésta si que puede prescindir de un individuo concreto. Decimos que la ciudad es autárquica (autosuficiente) porque no depende de nada, mientras que el ser humano concreto depende de la ciudad. Esto lo podemos relacionar con una metáfora donde consideraríamos a la ciudad como el cuerpo de una persona humana, del cual el individuo sería tan sólo uno de los brazos o piernas de esta. En consecuencia a todo esto, el hombre necesita de la ciudad para su supervivencia. Pero no sólo de una necesidad material o económica, sino que se trata incluso de una necesidad moral.



Por eso en la política aristotélica aparecen dos descripciones del hombre, que nos van orientando a la forma de vida en la polis. Para este pensador griego, el hombre es “el animal que tiene logos” , y a su vez define logos como “razón, pensamiento, inteligencia, sentido...”. El logos es entonces esa diferencia específica del ser humano que nos separa del resto de animales. El hombre es, así, el animal que habla , que tiene un lenguaje con el que poder comunicarse, y el que incluso es capaz de compartir sus ideas y sus pensamientos con los demás. Lo más característico sería entonces el lenguaje, lo que le permite al ser humano compartir otras palabras con otros seres humanos. Esta dimensión comunicativa del ser humano es la que nos permite calificar al hombre como un animal “político” , que hoy lo podríamos entender mejor como “social”. El hombre para Aristóteles entonces , se realiza dentro de la sociedad como un elemento indispensable para alcanzar la felicidad.

Aristóteles está convencido de que existe algo así como un arte de vivir bien y de ser felices que puede aprenderse a través de la experiencia y de la práctica, y también con la ayuda de otros individuos y de la comunidad (la polis). Gracias a este arte de vivir bien, podemos aprender a desarrollar las excelencias(virtudes) del alma humana, en cuyo ejercicio constante consiste la felicidad. El arte de vivir bien y de ser feliz lo llama Aristóteles sabiduría o inteligencia práctica y lo califica como el saber propio del hombre prudente. Cabría interpretar que una solución aristotélica intermedia sería que: la vida “más feliz” sería quizás la alcanzable para los dioses. El ser humano debe conformarse con una vida feliz en la que se ve en relación con otros seres humanos. Por ello, la felicidad a escala humana se alcanzaría poniendo en práctica las virtudes aprendidas en la polis y llevando una vida práctica; de manera que la vida en sociedad termina siendo una condición de posibilidad de la sabiduría: para Aristóteles sin ciudad, no habría sabiduría posible.  De este modo, la ciudad se convierte en el lugar propio de la vida buena, de la felicidad. Nadie puede ser feliz fuera de la ciudad. Para ello, Aristóteles divide a los gobiernos según dos criterios: número de gobernantes y fin con el que se gobierna.

Así entonces, habría gobiernos moralmente buenos que serían aquellos que gobiernan en función del bien común, y gobiernos degenerados que son aquellos en los que se apunta a un fin particular. Primeramente, clasificamos a los gobiernos “buenos” como aquellos en los que el sistema político se basa en una monarquía(gobierna uno solo) , aristocracia (gobierna un grupo reducido) y república (gobierno constitucional) ; ya que en los tres casos gobiernan tratando de buscar el bien común. Y por otro lado, los gobiernos “malos” : tiranía, oligarquía y demagogia; de éstos estaría en contra ya que tales funciones que realizan están enfocadas a intereses individuales. Como podemos comprobar, la política de Aristóteles es realista y se aleja de cualquier clase de simplificación. El carácter empírico y práctico le impide dar un mismo modelo para todos los seres humanos. Por ello, el mejor gobierno para él se decantaría por una aristocracia de las clases medias, gobernada por los mejores, es decir, los individuos más virtuosos, ya que éste como es razonable, tiende a alcanzar el intermedio que Aristóteles llama término medio que lo considera como lo mas justo.







En conclusión, Aristóteles en su libro La Política correspondiente al final de la obra Ética a Nicómaco, expresa que la investigación sobre la ética necesariamente desemboca en la política y por ello trata en buena parte sobre la “filosofía de los asuntos humanos”. También se apoya en las cosas referidas a la “polis” o antigua ciudad griega, siempre reconociendo la necesidad de tener en cuenta las condiciones geográficas, sociales y culturales de cada pueblo, y todas las circunstancias particulares que pueden hacer preferible un modelo distinto al que él apoya.

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