Nos planteamos en esta entrada dos objetivos:
1) Presentar una serie de requisitos que se han de tener presentes a la hora de hacer el esfuerzo de comprender un texto de filosofía.
2) Presentar un ejemplo concreto de procedimiento a seguir para llegar a esa comprensión y responder adecuadamente a la primera pregunta PAU.
REQUISITOS PARA LEER Y
COMPRENDER TEXTOS DE FILOSOFÍA
Disponer de
tiempo ya que se tratan de textos reflexivos que trasmiten
ideas, generalmente ideas abstractas, o argumentos sobre tesis que
requieren de un proceso de reflexión y maduración para captarlas,
por lo que es necesario leer el texto las veces que fueran
necesarias para comprenderlo.
No existe una
regla fija o un itinerario único para comprender un texto
filosófico. Cada persona tiene sus propios mecanismos de
comprensión lectora y es muy positivo que cada persona desarrolle
su propia técnica personal de comprensión lectora. De ahí que,
incluso pueda ser un despropósito intentar aconsejar de cómo leer
un texto.
Tener capacidad
de concentración y de mantenimiento de la atención
intelectual.
Tener disposición
para realizar una o varias lecturas para captar el sentido o
idea general del texto e identificar de qué tipo de texto se trata:
si se trata de un texto expositivo o argumentativo.
Tener disposición
para realizar lecturas por separado de los párrafos del texto con
el fin de analizar las ideas, tesis y/o argumentos de cada párrafos.
Para ello nos puede ayudar subrayar determinadas palabras clave.
Dedicar tiempo a
identificar los términos filosóficos clave y su significado
técnico tanto en el texto como en la filosofía del autor que
se pueda adquirir en otras fuentes distintas del texto. En este
sentido es muy útil disponer de buenos diccionarios filosóficos o
libros especializados que reflejen el sentido técnico de los
términos en el autor que pretendemos comprender.
Organizar
las ideas del texto de acuerdo a un esquema jerárquico
sirviéndose de herramientas como pueden ser mapas conceptuales u
otras herramientas adecuadas.
EJEMPLO DE PROCEDIMIENTO A SEGUIR PARA COMPRENDER TEXTOS DE FILOSOFÍA
NATURALEZA
DE LA VIRTUD ÉTICA 1.
La
virtud ética, un modo de ser de la recta acción
Existen,
pues, dos clases de virtud, la dianoética y la ética. La dianoética
se origina y crece principalmente por la enseñanza, y por ello
requiere experiencia y tiempo; la ética, en cambio, procede de la
costumbre, como lo indica el nombre que varía ligeramente del de
«costumbre» 1 . De este hecho resulta claro que ninguna de las
virtudes éticas se produce en nosotros por naturaleza, puesto que
ninguna cosa que existe por naturaleza se modifica por costumbre. Así
la piedra que se mueve por naturaleza hacia abajo, no podría ser
acostumbrada a moverse hacia arriba, aunque se intentara
acostumbrarla lanzándola hacia arriba innumerables veces; ni el
fuego, hacia abajo; ni ninguna otra cosa, de cierta naturaleza,
podría acostumbrarse a ser de otra manera. De ahí que las
virtudes no se produzcan ni por naturaleza ni contra naturaleza, sino
que nuestro natural pueda recibirlas y perfeccionarlas
mediante la costumbre .
Además,
de todas las disposiciones naturales, adquirimos primero la capacidad
y luego ejercemos las actividades. Esto es evidente en el caso de los
sentidos; pues no por ver muchas veces u oír muchas veces adquirimos
los sentidos, sino al revés: los usamos porque los tenemos, no los
tenemos por haberlos usado. En cambio, adquirimos las virtudes como
resultado de actividades anteriores. Y éste es el caso de las demás
artes, pues lo que hay que hacer después de haber aprendido, lo
aprendemos haciéndolo. Así nos hacemos constructores construyendo
casas, y citaristas tocando la cítara. De un modo semejante,
practicando la justicia nos hacemos justos; practicando la
moderación, moderados, y practicando la virilidad, viriles. Esto
viene confirmado por lo que ocurre en las ciudades: los legisladores
hacen buenos a los ciudadanos haciéndoles adquirir ciertos hábitos,
y ésta es la voluntad de todo legislador; pero los legisladores que
no lo hacen bien yerran, y con esto se distingue el buen régimen del
malo.
Además,
las mismas causas y los mismos medios producen y destruyen toda
virtud, lo mismo que las artes; pues tocando la cítara se hacen
tanto los buenos como los malos citaristas, y de manera análoga los
constructores de casas y todo lo demás: pues construyendo bien
serán buenos constructores, y construyendo mal, malos. Si no fuera
así, no habría necesidad de maestros, sino que todos serían de
nacimiento buenos y malos. Y este es el caso también de las
virtudes: pues por nuestra actuación en las transacciones con los
demás hombres nos hacemos justos o injustos, y nuestra actuación en
los peligros acostumbrándonos a tener miedo o coraje nos hace
valientes o cobardes; y lo mismo ocurre con los apetitos y la ira:
unos se vuelven moderados y mansos, otros licenciosos e iracundos,
los unos por haberse comportado así en estas materias, y los otros
de otro modo. En una palabra, los modos de ser surgen de las
operaciones semejantes. De ahí la necesidad de efectuar cierta clase
de actividades, pues los modos de ser siguen las correspondientes
diferencias en estas actividades. Así, el adquirir un modo de ser de
tal o cual manera desde la juventud tiene no poca importancia,
sino muchísima, o mejor, total.
1
Así el término éthikós procedería de éthos «carácter», que,
a su vez, Aristóteles relaciona con éthos «hábito, costumbre».
1ª.-
Sintetiza las ideas del texto mostrando en tu resumen la estructura
argumentativa o expositiva desarrollada por el autor.
Para
identificar y diferencias las ideas principales de las subordinadas,
así como de los argumentos que las sustentan, y las conclusiones que
se derivan, resulta muy útil fijarse en el tipo de conectores o
nexos con los que están redactados los distintos párrafos y, cómo,
los mismos párrafos, están conectados entre sí.
Seguidamente
distinguimos:
En
rojo los nexos.
NATURALEZA
DE LA VIRTUD ÉTICA 1.
La
virtud ética, un modo de ser de la recta acción
Existen,
pues,
dos clases de virtud, la dianoética y la ética. La dianoética se
origina y crece principalmente por la enseñanza, y
por ello
requiere experiencia y tiempo; la ética, en
cambio,
procede de la costumbre, como
lo indica el nombre que varía ligeramente del de «costumbre» 1 .
De
este hecho resulta
claro que ninguna de las virtudes éticas se produce en nosotros por
naturaleza,
puesto que
ninguna cosa que existe por naturaleza se modifica por costumbre. Así
la
piedra
que se mueve por naturaleza hacia abajo, no podría ser acostumbrada
a moverse hacia arriba, aunque se intentara acostumbrarla lanzándola
hacia arriba innumerables veces; ni
el
fuego,
hacia abajo; ni
ninguna otra cosa, de cierta naturaleza, podría acostumbrarse a ser
de otra manera. De
ahí que
las virtudes no se produzcan ni
por naturaleza ni
contra naturaleza, sino
que
nuestro natural pueda recibirlas y
perfeccionarlas
mediante la costumbre .
Además,
de todas las disposiciones naturales, adquirimos primero la capacidad
y luego ejercemos las actividades. Esto
es evidente en el caso de los sentidos; pues
no por ver muchas veces u oír muchas veces adquirimos los sentidos,
sino al revés: los usamos porque
los tenemos, no los tenemos por haberlos usado. En
cambio, adquirimos las virtudes como resultado de actividades
anteriores. Y éste es el caso de las
demás artes, pues lo que hay que hacer
después de haber aprendido, lo aprendemos haciéndolo. Así
nos hacemos constructores construyendo casas, y
citaristas tocando la cítara. De un modo
semejante, practicando la justicia nos hacemos justos;
practicando la moderación, moderados, y practicando la virilidad,
viriles. Esto viene confirmado por lo
que ocurre en las ciudades: los legisladores hacen buenos a los
ciudadanos haciéndoles adquirir ciertos hábitos, y ésta es la
voluntad de todo legislador; pero los
legisladores que no lo hacen bien yerran, y con esto se distingue el
buen régimen del malo.
Además,
las mismas causas y
los
mismos medios producen y
destruyen toda virtud, lo mismo que las artes; pues
tocando la cítara se hacen tanto los buenos como los malos
citaristas, y
de manera análoga
los constructores de casas y
todo lo demás: pues
construyendo bien serán buenos constructores, y
construyendo
mal, malos. Si
no fuera así,
no habría necesidad de maestros, sino
que
todos serían de nacimiento buenos y malos. Y
este es el caso también
de las virtudes: pues
por nuestra actuación en las transacciones con los demás hombres
nos hacemos justos o injustos, y nuestra actuación en los
peligros acostumbrándonos a tener miedo o coraje nos hace valientes
o cobardes; y
lo mismo ocurre
con los apetitos y la ira: unos se vuelven moderados y mansos, otros
licenciosos e iracundos, los unos por haberse comportado así en
estas materias, y los otros de otro modo. En
una palabra,
los modos de ser surgen de las operaciones semejantes. De
ahí
la necesidad de efectuar cierta clase de actividades, pues los modos
de ser siguen las correspondientes diferencias en estas actividades.
Así,
el adquirir un modo de ser de tal o cual manera desde la juventud
tiene no poca importancia, sino muchísima, o mejor, total.
1
Así el término éthikós procedería de éthos «carácter», que,
a su vez, Aristóteles relaciona con éthos «hábito, costumbre».
Seguidamente
distinguimos:
En
rojo los nexos.
En
azul las ideas principales
NATURALEZA
DE LA VIRTUD ÉTICA 1.
La
virtud ética, un modo de ser de la recta acción
Existen,
pues, dos clases de virtud, la dianoética y la ética. La dianoética
se origina y crece principalmente por la enseñanza, y por ello
requiere experiencia y tiempo; la ética, en cambio, procede de la
costumbre,
como
lo indica el nombre que varía ligeramente del de «costumbre» 1 .
De
este hecho resulta
claro que ninguna de las virtudes éticas se produce en nosotros por
naturaleza,
puesto que
ninguna cosa que existe por naturaleza se modifica por costumbre. Así
la
piedra
que se mueve por naturaleza hacia abajo, no podría ser acostumbrada
a moverse hacia arriba, aunque se intentara acostumbrarla lanzándola
hacia arriba innumerables veces; ni
el
fuego,
hacia abajo; ni
ninguna otra cosa, de cierta naturaleza, podría acostumbrarse a ser
de otra manera. De
ahí que
las virtudes no se produzcan ni
por naturaleza ni
contra naturaleza, sino
que
nuestro natural pueda recibirlas y
perfeccionarlas
mediante la costumbre . 12)
Además,
de todas las disposiciones naturales, adquirimos primero la capacidad
y luego ejercemos las actividades. Esto es evidente en el caso
de los sentidos; pues no por ver muchas
veces u oír muchas veces adquirimos los sentidos, sino
al revés: los usamos porque los
tenemos, no los tenemos por haberlos usado. En
cambio, adquirimos las virtudes como resultado de actividades
anteriores. Y éste es el caso de
las demás artes, pues lo que hay que
hacer después de haber aprendido, lo aprendemos haciéndolo. Así
nos hacemos constructores construyendo casas, y
citaristas tocando la cítara. De un modo
semejante, practicando la justicia nos hacemos justos;
practicando la moderación, moderados, y practicando la virilidad,
viriles. Esto viene confirmado por lo
que ocurre en las ciudades: los legisladores hacen buenos a los
ciudadanos haciéndoles adquirir ciertos hábitos, y ésta es la
voluntad de todo legislador; pero los
legisladores que no lo hacen bien yerran, y con esto se distingue el
buen régimen del malo. (26)
Además,
las
mismas causas y los mismos medios producen y destruyen toda virtud,
lo mismo que las artes; pues
tocando la cítara se hacen tanto los buenos como los malos
citaristas, y
de manera análoga
los constructores de casas y
todo lo demás: pues
construyendo bien serán buenos constructores, y
construyendo
mal, malos. Si
no fuera así,
no habría necesidad de maestros, sino
que
todos serían de nacimiento buenos y malos. Y
este es el caso también
de las virtudes: pues
por nuestra actuación en las transacciones con los demás hombres
nos hacemos justos o injustos, y nuestra actuación en los
peligros acostumbrándonos a tener miedo o coraje nos hace valientes
o cobardes; y
lo mismo ocurre
con los apetitos y la ira: unos se vuelven moderados y mansos, otros
licenciosos e iracundos, los unos por haberse comportado así en
estas materias, y los otros de otro modo. En
una palabra,
los
modos de ser surgen de las operaciones semejantes.
De
ahí
la necesidad de efectuar cierta clase de actividades, pues los modos
de ser siguen las correspondientes diferencias en estas actividades.
Así,
el adquirir un modo de ser de tal o cual manera desde la juventud
tiene no poca importancia, sino muchísima, o mejor, total.
Seguidamente
distinguimos:
En
rojo los nexos.
En
azul las ideas principales
En
verde las conclusiones a las que se llega.
NATURALEZA
DE LA VIRTUD ÉTICA 1.
La
virtud ética, un modo de ser de la recta acción
Existen,
pues, dos clases de virtud, la dianoética y la ética. La dianoética
se origina y crece principalmente por la enseñanza, y por ello
requiere experiencia y tiempo; la ética, en cambio, procede de la
costumbre,
como
lo indica el nombre que varía ligeramente del de «costumbre» 1 .
De
este hecho resulta
claro que
ninguna de las virtudes éticas se produce en nosotros por
naturaleza,
puesto que
ninguna cosa que existe por naturaleza se modifica por costumbre. Así
la
piedra
que se mueve por naturaleza hacia abajo, no podría ser acostumbrada
a moverse hacia arriba, aunque se intentara acostumbrarla lanzándola
hacia arriba innumerables veces; ni
el
fuego,
hacia abajo; ni
ninguna otra cosa, de cierta naturaleza, podría acostumbrarse a ser
de otra manera. De
ahí que
las
virtudes no se produzcan ni por naturaleza ni contra naturaleza, sino
que nuestro natural pueda recibirlas y perfeccionarlas
mediante la costumbre .
Además,
de todas las disposiciones naturales, adquirimos primero la capacidad
y luego ejercemos las actividades. Esto es evidente en el caso
de los sentidos; pues no por ver muchas
veces u oír muchas veces adquirimos los sentidos, sino
al revés: los usamos porque los
tenemos, no los tenemos por haberlos usado. En
cambio, adquirimos las virtudes como resultado de actividades
anteriores. Y éste es el caso de
las demás artes, pues lo que hay que
hacer después de haber aprendido, lo aprendemos haciéndolo. Así
nos hacemos constructores construyendo casas, y
citaristas tocando la cítara. De un modo
semejante, practicando la justicia nos hacemos justos;
practicando la moderación, moderados, y practicando la virilidad,
viriles. Esto viene confirmado por lo
que ocurre en las ciudades: los legisladores hacen buenos a los
ciudadanos haciéndoles adquirir ciertos hábitos, y ésta es la
voluntad de todo legislador; pero los
legisladores que no lo hacen bien yerran, y con esto se distingue el
buen régimen del malo.
Además,
las
mismas causas y los mismos medios producen y destruyen toda virtud,
lo mismo que las artes; pues
tocando la cítara se hacen tanto los buenos como los malos
citaristas, y
de manera análoga
los constructores de casas y
todo lo demás: pues
construyendo bien serán buenos constructores, y
construyendo
mal, malos. Si
no fuera así,
no habría necesidad de maestros, sino
que
todos serían de nacimiento buenos y malos. Y
este es el caso también
de las virtudes: pues
por nuestra actuación en las transacciones con los demás hombres
nos hacemos justos o injustos, y nuestra actuación en los
peligros acostumbrándonos a tener miedo o coraje nos hace valientes
o cobardes; y
lo mismo ocurre
con los apetitos y la ira: unos se vuelven moderados y mansos, otros
licenciosos e iracundos, los unos por haberse comportado así en
estas materias, y los otros de otro modo. En
una palabra,
los
modos de ser surgen de las operaciones semejantes.
De
ahí
la
necesidad de efectuar cierta clase de actividades, pues los modos de
ser siguen las correspondientes diferencias en estas actividades.
Así,
el
adquirir un modo de ser de tal o cual manera desde la juventud tiene
no poca importancia, sino muchísima, o mejor, total.
Seguidamente
distinguimos:
En
rojo los nexos.
En
azul las ideas principales
En
verde las conclusiones a las que se llega.
En
violeta los argumentos justificativos de las ideas principales.
NATURALEZA
DE LA VIRTUD ÉTICA 1.
La
virtud ética, un modo de ser de la recta acción
Existen,
pues, dos clases de virtud, la dianoética y la ética. La dianoética
se origina y crece principalmente por la enseñanza, y por ello
requiere experiencia y tiempo; la ética, en cambio, procede de la
costumbre,
como
lo
indica el nombre que varía ligeramente del de «costumbre»
1 . De
este hecho resulta claro
que
ninguna de las virtudes éticas se produce en nosotros por
naturaleza,
puesto que
ninguna
cosa que existe por naturaleza se modifica por costumbre.
Así
la
piedra que se mueve por naturaleza hacia abajo, no podría ser
acostumbrada a moverse hacia arriba, aunque se intentara
acostumbrarla lanzándola hacia arriba innumerables veces;
ni
el
fuego, hacia abajo; ni ninguna otra cosa, de cierta naturaleza,
podría acostumbrarse a ser de otra manera.
De
ahí que
las
virtudes no se produzcan ni por naturaleza ni contra naturaleza, sino
que nuestro natural pueda recibirlas y perfeccionarlas
mediante la costumbre .
Además,
de todas las disposiciones naturales, adquirimos primero la capacidad
y luego ejercemos las actividades. Esto
es evidente en el caso de los sentidos; pues
no por ver muchas veces u oír muchas veces
adquirimos los sentidos, sino al
revés: los usamos porque los tenemos, no los tenemos por haberlos
usado. En cambio, adquirimos las
virtudes como resultado de actividades anteriores. Y
éste es el caso de las demás artes,
pues lo que hay
que hacer después de haber aprendido, lo aprendemos haciéndolo.
Así nos hacemos
constructores construyendo casas, y citaristas tocando la cítara.
De un modo semejante, practicando
la justicia nos hacemos justos; practicando la moderación,
moderados, y practicando la virilidad, viriles. Esto
viene confirmado por lo que ocurre en
las ciudades: los legisladores hacen buenos a los ciudadanos
haciéndoles adquirir ciertos hábitos, y ésta es la voluntad de
todo legislador; pero los
legisladores que no lo hacen bien yerran, y con esto se distingue el
buen régimen del malo.
Además,
las
mismas causas y los mismos medios producen y destruyen toda virtud,
lo mismo que las artes; pues
tocando
la cítara se hacen tanto los buenos como los malos citaristas, y
de manera análoga
los
constructores de casas y todo lo demás:
pues
construyendo
bien serán buenos constructores,
y
construyendo
mal, malos.
Si
no fuera así,
no
habría necesidad de maestros,
sino
que
todos
serían de nacimiento buenos y malos.
Y
este es el caso también
de las virtudes: pues
por
nuestra actuación en las transacciones con los demás hombres nos
hacemos justos o injustos, y nuestra actuación en los peligros
acostumbrándonos a tener miedo o coraje nos hace valientes o
cobardes;
y
lo mismo ocurre
con los apetitos y la ira: unos
se vuelven moderados y mansos, otros licenciosos e iracundos, los
unos por haberse comportado así en estas materias, y los otros de
otro modo.
En
una palabra,
los
modos de ser surgen de las operaciones semejantes.
De
ahí
la
necesidad de efectuar cierta clase de actividades, pues los modos de
ser siguen las correspondientes diferencias en estas actividades.
Así,
el
adquirir un modo de ser de tal o cual manera desde la juventud tiene
no poca importancia, sino muchísima, o mejor, total.
Después de todo
este proceso ya estamos en condiciones de responder a la primera
pregunta de un examen PAU de filosofía.
1ª.-
Sintetiza las ideas del texto mostrando en tu resumen la estructura
argumentativa o expositiva desarrollada por la autora.
En
este texto argumentativo Aristóteles nos ofrece las razones de tres
ideas clave que son la conclusión del libro I de su Etica a
Nicómaco.
En
primer lugar afirma que
existen, pues, dos clases de virtud, la dianoética y la ética. La
dianoética se origina y crece principalmente por la enseñanza, y
por ello requiere experiencia y tiempo; la ética, en cambio, procede
de la costumbre (L. 1-3). Prueba
esta afirmación con el ejemplo de la piedra y el fuego, pues al
comportarse según naturaleza la costumbre nada puede modificar en
su funcionamiento.
En
segundo lugar sostiene que de todas las
disposiciones naturales, adquirimos primero la capacidad y luego
ejercemos las actividades. Esta
afirmación la prueba con el ejemplo de los sentidos, ya que no los
adquirimos por usarlos, sino que los usamos porque nacemos con ellos.
En cambio, adquirimos las virtudes como resultado de actividades
anteriores. (L. 13-14. 17) Esta
afirmación la justifica con el ejemplo de que realizando acciones
justas y moderadas nos volvemos justos y moderados respectivamente.
Y
finalmente, afirma que las
mismas causas y los mismos medios producen y destruyen toda virtud,
esto
lo argumenta con el ejemplo de tocar la cítara y construir casas,
practicar la justicia y la moderación, pues lo podemos hacer estas
cisas bien o mal, lo hacemos mal cuando sin reflexionar y siguiendo
el impulso, nos damos a los extremos, y bien cuando buscamos el
término medio mediante la recta razón. Por
eso concluye que
los modos de ser surgen de las operaciones semejantes (L. 27 y 37).