lunes, 13 de mayo de 2019

Las excelencias del carácter o “virtudes éticas” y su relación con las “virtudes dianoéticas”.

Trabajo realizado por el alumnado del IES NIT DE L´ALBÀ, que por exigencias de la ley de protección de datos omitimos es nombre.


Las excelencias del carácter o “virtudes éticas” y su relación con las “virtudes dianoéticas”





Para un desarrollo adecuado de la temática de la redacción creemos importante responder a las siguientes cuestiones: ¿cuál es el significado técnico en Aristóteles de términos como alma, virtud, virtud ética, virtud dianoética, deliberación, destreza, prudencia, y otros términos clave para comprender la temática de la redacción? ¿Qué es la teoría del alma (o psiqué)?¿Qué entendemos por virtudes dianoéticas?¿Qué entendemos por virtudes éticas?¿Qué relación existe entre virtudes éticas y dianoéticas?




 Comenzaré definiendo los términos filosóficos que son más complejos para comprender la temática que intentaré desarrollar:
-Alma: es el principio esencial en todos aquellos seres que disfrutan del bien que es la vida, pues es la causante de la vida. El alma posibilita todas las funciones de que es capaz un ser vivo. Por consiguiente, todo ser vivo -planta, animal u hombre- posee alma. El alma es para Aristóteles la forma o esencia de un cuerpo organizado y, por tanto, es inseparable de un cuerpo vivo. Al igual que él, es mortal. Aristóteles tiende a considerar el alma como el conjunto de las funciones biológicas y psicológicas de un ser vivo: nutrición, crecimiento, y reproducción, en el alma vegetativa, en la animal además de las propias de la vegetativa, también las de de sensibilidad y movimiento, y en el caso del ser humano, además de todas las anteriores la racional que nos permite el conocimiento. Ahora bien, en el ser humano distinguimos dos funciones ; la apetitiva o deseante, propia también de los animales y la racional.
-ALMA APETITIVA O DESEANTE: Es la parte irracional de la que brotan las pasiones y deseos, así como las inclinaciones naturales al placer y a huir del dolor. Entre los deseos destaca el de alimento, sexo, placer… Y entre las pasiones la ira, el odio, el miedo, ...Está presente en el animal y en el ser humano, pero solo en este último se deja gobernar por la función racional, específicamente por la función, potencia o facultad deliberativa, que posibilita la prudencia, o inteligencia práctica. Y lo hace del mismo modo que un niño que sigue sus impulsos más primarios se deja gobernar por sus padres.

-ALMA RACIONAL: Es una función del alma exclusiva del ser humano, el cual, de entre todos los seres vivos, es quien posee el alma más compleja. Su función es el conocimiento y para ello cuenta con dos facultades: la facultad científica y la deliberativa.

-ALMA VEGETATIVA: es la función del alma irracional, presente en todos los seres vivos, responsable de las funciones biológicas: nutrición, crecimiento y reproducción.

-DELIBERACIÓN: Clase de razonamiento que está implicado en cualquier elección consciente, anterior a una elección. Consiste en determinar de manera correcta los medios más adecuados para lograr un fin. Cuando la deliberación es sobre acciones, para que sea buena, se requiere de inteligencia práctica y de virtudes éticas. Por tanto, si mi objetivo es superar una prueba PAU de Filosofía, con la mejor nota posible, he de calcular o determinar las acciones más apropiadas para llegar a ese fin. 
-DESTREZA, HABILIDAD: Capacidad para dar con los medios adecuados para alcanzar un fin, sea éste bueno o malo. Se diferencia de la inteligencia práctica en que para esta última no solo los medios, sino también el fin ha de ser necesariamente bueno.
-FACULTAD CIENTÍFICA: Facultad o capacidad de conocimiento de la parte racional del alma humana, que permite al ser humano lograr conocimiento y verdades necesarias sobre las realidades, es la facultad propia de las matemáticas, la física o la teología. Se rigen por principios necesarios, como las que estudian las matemáticas.
-FACULTAD DELIBERADORA: Facultad, órgano o capacidad de conocimiento de la parte racional del alma humana que permite a ser humano obtener conocimientos probables u opiniones razonables sobre realidades contingentes, no necesarias, tales como las acciones humanas y la producción o fabricación de objetos. Cuando hablamos de realidades contingentes nos referimos a posibilidades de acciones no necesarias. Por ejemplo, decimos que estudiar filosofía para la prueba PAU es un realidad contingente, ya que depende de nuestra elección, existe la posibilidad de estudiar y de no estudiar, por eso hablamos de que es contingente. Contingente es lo contrario de necesario. 
-HOMBRE PRUDENTE: Es aquel que, en cada situación concreta de la vida, sabe lo que le conviene para su propio bien y felicidad, y actúa en consecuencia. Posee la virtud de la inteligencia práctica y delibera bien a la hora de elegir y de actuar. El hombre prudente es maduro y experimentado, pues la inteligencia práctica se adquiere con la experiencia.
-INTELIGENCIA PRÁCTICA, PRUDENCIA (FRÓNESIS):  una virtud dianoética de la facultad deliberativa o calculadora del alma racional aplicada a las acciones y elecciones humanas. Consiste en la capacidad para determinar y elegir, en las situaciones concretas de la vida, lo mejor y lo más conveniente para uno mismo y la propia felicidad. Ella es la que calcula, según las circunstancias, dónde reside el término medio de las pasiones y de las acciones, en el cual consiste la virtud ética. Tiene un función de puente entre la función racional y la función o parte deseante y animal del alma, de la que brotan los deseos y pasiones.
-RECTA RAZÓN: Aristóteles usa esta expresión como sinónimo de inteligencia práctica. Véase INTELIGENCIA PRÁCTICA.
-SILOGISMO PRÁCTICO: Es una clase de razonamiento que expresa en esquema el proceso que envuelve el obrar humano cuando resulta de una deliberación. Expresa un movimiento que va del deseo (razonable) a la acción o conclusión, con intervención de la razón. Consta de dos premisas y una conclusión. La primera premisa indica cuál es el fin bueno (deseo razonable), por ejemplo aprender filosofía es bueno; la segunda, cuáles son los medios para conseguirlo.; por ejemplo, estudiar, asistir a clase de filosofía, debatir cuestiones filosóficas con expertos es un medio adecuado para aprender filosofía; Y la conclusión consiste en elegir o hacer el medio propuesto, por tanto, estudio, voy a clase y debato.
-VICIO: Es lo contrario de la virtud ética. Es un hábito o disposición adquirida mediante la repetición de acciones malas. Los vicios se integran en el carácter y predisponen al malvado a seguir realizando  acciones malas o viciosas, alejándolo del perfeccionamiento hacia el que el ser humano está naturalmente ordenado. Además, ciegan su razón y le impiden reconocer lo que realmente es bueno y provechoso para él.
-VIRTUDES DIANOÉTICAS: Son excelencias propias de la parte racional del alma en el ejercicio de sus funciones. Todas están ligadas al conocimiento, aunque hay cinco tipos distintos de conocimiento ligados a las cinco virtudes dianoéticas: intelecto, ciencia, sabiduría, inteligencia práctica y técnica.
-VIRTUDES ÉTICAS: Son excelencias propias de la parte apetitiva o deseante del alma irracional humana, la cual, aunque irracional, puede someterse al control de la parte racional. Se trata de hábitos adquiridos mediante la repetición de acciones virtuosas que perfeccionan la función del alma al permitir “dominar” las pasiones irracionales y someterlas al control de la razón. Consisten en el término medio entre el exceso y el defecto de una pasión o deseo




Tras haber definido los términos, comenzaré respondiendo la primera de las preguntas: ¿Qué es la teoría del alma (o psiqué)?
La psicología era en el mundo griego el estudio de la psiqué o alma y de sus funciones. Este término no tenía para los filósofos griegos las connotaciones religiosas que tiene en la actualidad. La mayoría de ellos consideraban que el alma era, sencillamente, aquello que infundía vida en un cuerpo.
Según Aristóteles, los seres naturales pueden ser de dos clases: vivos - como la planta y el animal – o inertes -como la piedra o el fuego-. Los seres vivos son aquellos que, gracias a que poseen alma, disfrutan del bien que llamamos “vida”. Por vida entiende Aristóteles la potencia de ejecutar cierta clase de actividades o funciones. El alma de un ser vivo es el conjunto de las funciones del cuerpo que realiza, ya sean estas biológicas o psicológicas. La muerte de un ser vivo significa el cese de las funciones propias de la vida y, por tanto, el fin de su alma y de su cuerpo. Por consiguiente, alma y cuerpo están estrechamente vinculados, son ambos mortales y su destino va unido. En esto Aristóteles se distingue de Platón, ya que para Platón el alma es inmortal preexistía al cuerpo y pervive tras la muerte por la metempsicosis o transmigración del alma, es decir, según el mayor grado de cultivo que tuvo de la razón el alma humana se reencarnará o bien en un dios, si su vida fue la de un filósofo virtuoso, o en la de un animal, si la vida que llevó fue de distancia respecto de la razón.
Todos los seres dotados de vida tienen alma, solo que con distinto grado de complejidad. El alma más perfecta y más compleja de todas es el alma humana porque es capaz de realizar mayor número de actividades y funciones. Además de las funciones de nutrición, crecimiento, y reproducción, propias del alma vegetativa; y de las de movimiento y sensibilidad, propias del alma deseante o animal; el hombre también es capaz  de razonar, de pensar, y del lenguaje, (logos). El ser humano puede vivir como humano – significa para el individuo humano orientar su vida en la dirección que la Naturaleza le ha marcado, es decir: ejercer la racionalidad.



Según Aristóteles, el alma humana “es aquello por lo que vivimos, sentimos y razonamos” es además la esencia del ser humano y consta de dos partes: la racional y la irracional.




I. LA PARTE RACIONAL es la parte del alma dotada de razón o logos, y es exclusiva del animal humano. Su función es la búsqueda de conocimiento, y para ello posee dos facultades, la facultad científica y la facultad deliberativa (o calculadora).
a) La facultad científica: es la facultad mediante la cual el alma humana puede lograr conocimientos y verdades necesarias, pero sólo sobre aquellos ámbitos de la realidad que se rigen por principios necesarios.
b) La facultad deliberativa o calculadora: es la facultad mediante la cual el alma puede lograr opiniones probables y razonables, aunque no conocimientos necesarios, pues opina sobre cosas contingentes y variables que no se rigen por la ley de la necesidad. Tal es el caso de las acciones humanas (praxis) y de la producción o fabricación de cosas (poiesis) de la que se ocupan las distintas artes o saberes técnicos (technai). Por ejemplo, no puede haber una ciencia exacta sobre qué hacer después de bachillerato, o cómo producir una estatua muy bella, pues se trata de ámbitos regidos por las posibilidades, la variabilidad y la contingencia, no por la necesidad.
2 - LA PARTE IRRACIONAL: es la parte del alma que carece de razón. Se divide, a su vez, en dos partes:
a) La parte vegetativa: es la responsable de las funciones vitales de los organismos vivos, tales como la nutrición, el crecimiento y la reproducción. La hallamos en cualquier ser viviente, ya sea planta, animal o humano, y no necesita de la razón para su buen funcionamiento.
b) La parte apetitiva o deseante: es la parte del alma irracional en la que se generan los deseos y las pasiones.

¿Qué entendemos por virtudes dianoéticas?
Las virtudes dianoéticas o intelectuales son excelencias de la parte racional del alma. Consisten en la perfección en el ejercicio de las funciones de dicha parte, funciones relacionadas con la búsqueda de conocimiento. Como son varias las actividades o funciones intelectuales del alma, hay en total cinco virtudes dianoéticas, que se aplican a cinco actividades intelectuales que proporcionan distintos niveles de conocimiento: tres de ellas son excelencias en el funcionamiento de la facultad científica del alma racional y, por tanto, están ligadas al conocimiento de lo necesario, y son: la ciencia (episteme), el intelecto (nous) o la sabiduría (sofía). Las otras dos son excelencias en el funcionamiento de la facultad deliberativa del alma racional y, por tanto, proporcionan un conocimiento — sólo probable — sobre lo contingente y variable son: la inteligencia práctica o prudencia (frónesis) y el arte o saber técnico (techne).
a) Virtudes o excelencias de la facultad científica:
• La ciencia es la excelencia del alma para obtener conocimiento mediante la demostración, que parte siempre de principios previamente conocidos.
• El intelecto o nous es la excelencia del alma para conocer los principios que sirven de punto de partida a las demostraciones de la ciencia. Si bien el alma humana es mortal, el nous es inmortal y divino, aunque no es ni personal ni individual, sino idéntico en todos los individuos de la especie humana.
• La sabiduría es la excelencia del alma que proporciona el conocimiento más perfecto. Versa sobre las realidades más nobles y excelsas, como son los cielos estrellados y la divinidad. Consiste en la unión de ciencia e intelecto. La felicidad propia del filósofo consiste en el ejercicio de la sabiduría que, como ya dijimos, es para Aristóteles la felicidad más perfecta.
b) Virtudes o excelencias de la facultad deliberativa o calculadora:
• La inteligencia práctica: con esta expresión traducimos la palabra griega frónesis, que usualmente también se traduce por “prudencia”.
• El arte o saber técnico es una excelencia de la función o actividad del alma racional que implica cierto conocimiento y habilidad para producir o fabricar cosas. Ejemplos de artes son la escultura
Una vez acabada su explicación, pasaré a contestar la siguiente `pregunta.
¿Qué entendemos por virtudes éticas?
Las virtudes éticas son excelencias en el funcionamiento de la parte apetitiva o deseante del alma irracional. Se relacionan, por tanto, con las pasiones y deseos irracionales que brotan de ella. Para que el alma alcance la excelencia en su funcionamiento es necesario que su parte apetitiva se deje gobernar por la parte racional. Las virtudes éticas, aunque son excelencias de la parte irracional, implican ejercitar bien la razón para regular las tendencias irracionales del alma (pasiones y deseos) e introducir en ellas cierto orden y medida (el término medio). Las virtudes éticas son hábitos o disposiciones que nos predisponen a actuar movidos, no por deseos y pasiones descontrolados, sino por deseos y pasiones convenientemente regulados y modulados por la razón y por cierta clase de conocimiento práctico que proporciona la inteligencia práctica. Lo contrario de las virtudes o excelencias éticas son los vicios, que son hábitos o disposiciones de nuestro carácter que nos predisponen a elegir el mal y lo perjudicial para nosotros mismos y para la polis, con lo cual nos apartan del logro de nuestro perfeccionamiento como seres humanos y, por consiguiente, de nuestro fin natural (la felicidad). Aristóteles menciona, entre otros, los siguientes: la injusticia, la intemperancia, la tacañería, la prodigalidad del derrochador, la irascibilidad o facilidad para enojarse, la vulgaridad, la cobardía, el hábito de alegrarse del mal de otros, la temeridad, etc.

¿Qué relación existe entre virtudes éticas y dianoéticas?
De las cinco virtudes dianoéticas o intelectuales que hemos visto, la inteligencia práctica es el nexo de unión entre las virtudes éticas y la parte racional del alma. Todas las virtudes dianoéticas tienen que ver con la búsqueda de conocimiento, que es la función de la parte racional del alma; las virtudes éticas, en cambio, se relacionan con las pasiones y deseos de la parte irracional y con las acciones del vivir cotidiano, pero requieren de cierta clase de conocimiento
 para regularlas que necesariamente tiene que proceder de la parte racional (logos).

Sin inteligencia práctica, no puede haber virtudes éticas
Según Aristóteles, las acciones virtuosas surgen de una elección libre y voluntaria, y toda elección conlleva una cierta deliberación. La deliberación es un tipo de razonamiento sobre los medios más adecuados para conseguir un determinado fin. Cuando la deliberación se lleva a cabo sobre las acciones concretas, el fin sobre el que se delibera es lo bueno y lo más conveniente para uno mismo y para su felicidad. La facultad deliberativa es la que proporciona el conocimiento de los medios para lograr lo mejor y lo más conveniente. Aristóteles llama conocimiento práctico (conocimiento sobre las acciones) a esta clase de conocimiento. Cuando esta facultad opina con acierto y excelencia decimos que posee la virtud de la inteligencia práctica o prudencia. El hombre prudente es, el que ha desarrollado la virtud de la inteligencia práctica (frónesis) y acostumbra a deliberar bien y a calcular acertadamente en cada situación qué acciones concretas son los mejores medios para lograr lo bueno y lo más conveniente para él y para su felicidad. Aristóteles afirma que para poseer las virtudes éticas se necesita la inteligencia práctica. En efecto, toda buena elección supone haber hecho antes un cálculo o deliberación acertados sobre lo bueno y lo más conveniente en cada situación concreta. Y para que este cálculo sea acertado no basta con deliberar de cualquier manera, sino que hay que deliberar bien hay que tener inteligencia práctica. Creo conveniente explicar que es la estructura de la deliberación: el silogismo práctico.

La estructura de la deliberación: el silogismo práctico
Como hemos visto, para deliberar bien antes de actuar es necesario haber desarrollado la virtud dianoética de la inteligencia práctica (frónesis). Aristóteles representa la estructura de cualquier deliberación mediante lo que él denomina el “silogismo práctico”. Un silogismo práctico es un razonamiento que, supuestamente, precede a una acción debidamente meditada, y consta de dos premisas y una conclusión: la primera premisa se llama premisa mayor y es un enunciado general que enuncia el fin o el bien deseado; la segunda premisa se llama premisa menor y es un enunciado particular que enuncia los medios para lograrlo; la conclusión es la acción misma.
Las acciones del hombre verdaderamente virtuoso van precedidas de esta clase de razonamientos. Pero para que la deliberación sea realmente buena y la elección sea correcta es necesario que se cumplan dos condiciones, a saber:
a) La primera condición es que el fin sea bueno, es decir, que se trate de
un verdadero bien para el ser humano.
b) La segunda condición es que los medios sean realmente adecuados al fin, es decir, que conduzcan eficazmente al logro del fin propuesto. Descubrir los medios adecuados es la tarea de la inteligencia práctica.




Sin virtudes éticas, no puede haber inteligencia práctica
Vimos antes que sin inteligencia práctica no hay virtudes éticas. Pero Aristóteles insiste también en que sin éstas no puede haber tampoco inteligencia práctica (prudencia). En efecto: “es imposible ser prudente no siendo bueno”.

Sin virtudes éticas, no puede haber inteligencia práctica
Vimos antes que sin inteligencia práctica no hay virtudes éticas. Pero Aristóteles insiste también en que sin éstas no puede haber tampoco inteligencia práctica (prudencia). En efecto: “es imposible ser prudente no siendo bueno”. ¿Qué quiere decir esta frase? Según Aristóteles, el hombre bueno es aquel que ha desarrollado el hábito de las virtudes éticas. Pero son estas las que le predisponen a proponerse fines buenos, como querer ser valiente, justo, generoso, moderado, etc. Estos fines son los que le llevan a la felicidad y al perfeccionamiento de su humanidad. Por el contrario, el hombre malo es el que, habituado a dejarse llevar por sus pasiones y deseos incontrolados, ha desarrollado vicios. Y son estos los que le predisponen a proponerse fines malos para él y para su felicidad. Por tanto, no se propondrá como fines la valentía, la justicia, la moderación o la generosidad. Pongamos un sencillo ejemplo: imaginemos a alguien que es invitado a un  suculento banquete y que no ha desarrollado en absoluto la virtud de la moderación, por lo que acostumbra a no poner límite a sus deseos y apetitos descontrolados. Cegado por ellos, se propone como fin llevarlos hasta que el cuerpo aguante y, equivocadamente, toma esto como un “fin bueno” para él. Dado ese fin, su razón le hará ver que el medio es comer y beber, y que dispone de abundante comida y bebida. ¿Cuál será la conclusión de este silogismo práctico? Actuará comiendo y bebiendo hasta la saciedad. Efectivamente, nadie diría que ha obrado con prudencia o inteligencia práctica, pues aunque el medio para lograr el fin que se proponía era el correcto, al faltarle la virtud ética o el hábito de la moderación, le ha sido difícil, por no decir imposible, proponerse un fin verdaderamente bueno y razonable, y su conducta ha acabado siendo más parecida a la de un animal irracional que a la de un ser humano racional. Si, en cambio, el invitado hubiera poseído la virtud de la moderación, su tendencia natural hubiera sido proponerse como fin bueno las acciones moderadas en general. Dado este fin, la inteligencia práctica tendría que determinar y calibrar – de manera probable, pues en estas cosas no puede haber exactitud, en qué consiste actuar con moderación en el comer y en el beber en esas circunstancias concretas, en las que tal vez pudiera ser razonable comer y beber algo más de lo habitual, pero sin rebasar ciertos límites y, por supuesto, teniendo en cuenta el aguante de cada uno.

Por último, el fin bueno es siempre un deseo, y todos los deseos brotan de la parte apetitiva o deseadora del alma humana. Por otra parte, Aristóteles sostiene que los deseos del alma nacen todos de dos inclinaciones naturales de esa parte del alma, que son la inclinación al placer y la inclinación a evitar el dolor. Pero en el hombre virtuoso estas dos inclinaciones han sido educadas y reorientadas para que apunten siempre a desear los placeres buenos y nunca los placeres malos. Las virtudes éticas, por tanto, modulan y corrigen nuestros deseos y pasiones, e introducen racionalidad y proporción en ellos. El fin bueno no es, por tanto, el deseo descontrolado de hacer lo primero que nos apetezca, simplemente porque se desea. El fin bueno al que nos predispone la virtud ética es un deseo educado y "entrelazado” con la razón. Por eso Aristóteles dice que la buena elección es algo así como un “deseo inteligente o inteligencia deseante”.
Fuentes consultadas:
Roser Martínez, Carlos, Aristóteles: ética a Nicómaco, libro II (Editorial Diálogo).

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