Bien,
felicidad y virtud (excelencia)
Para
un correcto desarrollo de la temática de la redacción, creemos
importante responder las siguientes cuestiones:¿Qué es el bien
natural humano?, ¿Qué es y en qué consiste la felicidad?, ¿Qué es la
areté o virtud?, ¿En qué consisten las virtudes éticas y
dianoéticas y cómo se relacionan con la felicidad?, ¿Cómo se define
al hombre bueno o virtuoso?,¿Cómo se desdobla la racionalidad?, ¿Es
posible la felicidad en un mundo fuera de la polis?
Entendemos
los conceptos aristotélicos de bien y felicidad sabiendo que solo
son entendibles de manera adecuada en un mundo visto de manera
aristotélica. Aristóteles comprende el mundo físico de una manera
ordenada y finalista o teológica. Esta forma de comprender el
universo se puede sintetizar en tres principios: el
primero de ellos supondría entender que todos los seres naturales,
incluyendo desde seres vivos a piedras, o el aire, tienden al
cumplimiento de un fin natural o telos, que comprende el principio de
la teología universal; el
segundo principio nos anuncia que este fin es completamente diferente
para cada especie de seres y depende estrictamente de su naturaleza; el
tercer y último principio consiste en que el fin de cada ser natural
es su bien, a alcanzar. Al adquirir
dicho fin tendría como consecuencia la adquisición de cierta
perfección.
De esta forma para
Aristóteles, el bien de cualquier ser natural consiste en cumplir su
telos, lograr aquello para lo que está naturalmente ordenado. El ser humano,
al ser un un ser natural más, también está orientado a alcanzar su
telos, que consistirá en el desarrollo y educación de sus potencialidades naturales para cumplir excelentemente su telos más elevado, la felicidad. Aunque éste constituye el fin último también existen otras cosas que los humanos
desean por considerarlas también fines o bienes apetecibles, pero la diferencia radica en que, estos fines o bienes secundarios que podríamos llamar bienes-medios o fines-para-otros-fines superiores, están subordinados al fin supremo, la felicidad. De este modo, al ser muchos los fines, o bienes-medios que nos proponemos, son muchos los que
perseguimos. Aristóteles considera que lo que los seres humanos
denominamos bienes, no es ni más ni menos que los objetivos que
perseguimos con nuestras acciones, fines-para-otros-fines superiores que
consideramos como cosas valiosas y deseables, con vistas a alcanzar el bien supremo o felicidad.
La
felicidad es considerada por Aristóteles como el bien supremo,
pues todos los demás bienes-medios, o fines-para-otros-fines, están subordinados a ella: los
deseamos en vista a la felicidad, como por ejemplo, la salud. Entendemos entonces,
la felicidad como el fin último, mientras que el resto de bienes se
consideran medios para conseguir esta. Por eso, es el único bien
perfecto y autosuficiente porque es el único que se elige
exclusivamente por sí mismo y no como medio para alcanzar otros
bienes. Entendiendo que la felicidad no es la riqueza ya que la riqueza en sí misma, el tener mucho dinero, por tenerlo, no nos hace felices. Tampoco es la felicidad el honor, ya que este depende de los ojos con los que nos miran los demás y eso no depende de nosotros, el perseguir el honor nos podría llevar a la esclavitud del que obra para agradar a los demás. En este sentido el honor tiene que venir de la admiración que suscitamos en la práctica de la virtud, es decir, del perfeccionamiento de nuestro propia naturaleza. Está virtud está relacionada con lo que lleva a la plenitud la naturaleza del hombre alcanzando su fin natural. De este modo, Aristóteles nos dice que la felicidad no es algo que se consiga sin esfuerzo.
Para Aristóteles la felicidad consiste en una cierta forma de vivir
y de actuar, forma propia y específica de un humano cabal, pleno, integral, auténtico. Veamos
cómo descubre el fin natural del hombre.
Para
averiguar cuál es el fin natural del hombre, basta con examinar con qué
capacidades ha dotado la naturaleza al ser humano. Nuestro filósofo
supone que la naturaleza ha otorgado a cada ser vivo de aquello que
requiere para conseguir su fin natural, por ejemplo, las plantas han
sido dotadas de las capacidades necesarias para cumplir su fin, el de
la vida de una planta; a los animales con la capacidad del movimiento y la sensibilidad, para llevar una vida animal plena; sin embargo, a los seres humanos les ha
dotado de las mismas capacidades que a los animales, como las
sensitivas o de automoción, que les permitiría llevar la vida del
animal, y, además la capacidad que la distingue de los animales, el logos, que es la capacidad de razonar y
del lenguaje, única y específica de ellos. Todo esto con el fin de que piense y
que dirija su vida desde la razón, esto implica utilizar el lenguaje e interactuar socialmente con otros seres racionales, de lo contrario se degradaría su naturaleza humana. En consecuencia, el fin natural al que la
naturaleza ha destinado al hombre, es decir, la felicidad, consistirá
en vivir como ser humano, lo que implica ejercitar la razón en un
contexto social y no de cualquier manera, sino de una manera virtuosa, esto es, excelentemente. Precisamente de la definición de areté o virtud nos ocupamos seguidamente.
Entendemos que areté o virtud es sinónimo de excelencia. El término areté es un
término griego que se suele traducir como virtud. Los griegos lo
aplicaban cuando algo ofrecía un buen desempeño. Así hablaríamos de un caballo virtuoso cuando se trata de un caballo veloz, sano, elegante en el ejercicio de las funciones acordes con la naturaleza de caballo... Las virtudes
humanas son excelencias en el ejercicio de las funciones del alma que
involucran a la racionalidad, que es la función propia del ser
humano. Se pueden distinguir, por lo tanto, dos tipos de excelencias
o virtudes: las éticas y las dianoéticas, las cuales veremos en el
siguiente párrafo relacionándolas con la felicidad y la vida buena.
Entendemos
las virtudes éticas o excelencias del carácter que están
directamente relacionadas con la excelencia en el funcionamiento de
la parte deseante del alma humana, que, aun cuando es irracional, se
deja gobernar por la razón. En cuanto a las virtudes o excelencias
dianoéticas tienen que ver con la excelencia en el funcionamiento de
la parte racional del alma humana. Para entender lo que será
explicado a continuación es preciso explicar el término eudaimonía,
que nosotros traducimos como ‘’felicidad’’ cuyo
significado refleja una idea muy extendida en el mundo griego: la
idea de el obrar el bien, ajustados a la naturaleza propia y vivir una vida feliz están estrechamente
unidos. Los términos necesarios para lograr la eudaimonía, es
decir, una vida buena y feliz, son: en
primera instancia, las virtudes éticas o excelencias del
carácter, que, como ya hemos definido, está relacionada
directamente al ejercicio de racionalidad; en
segundo lugar, el placer natural que está relacionado de
manera indisoluble a la racionalidad y la virtud.Como el ejercicio de
la racionalidad es una actividad natural, debe ser placentera, pues
el ejercicio de cualquier actividad natural es siempre agradable; en
tercer y último lugar un mínimo de bienes exteriores, como
son: relaciones sociales, patrimonio suficiente, salud, belleza y una
buena organización política, entre otros. Dado que la Ética de
Aristóteles es una ética de sentido común, el tipo de vida en el
que consiste la felicidad solo es posible si se poseen bienes
exteriores además de la virtud. La felicidad, por lo tanto no
consiste expresamente en ellos, pero no sucede sin ellos, es una
condición para la felicidad. De estos tres elementos explicados, el
más importante y clave para la vida feliz serían las virtudes o
excelencias éticas las cuales analizaremos en el siguiente
párrafo.
El
hombre bueno o virtuoso se define como aquel que ejerce bien la
racionalidad y las virtudes éticas, de este modo, cumple como fin
natural de su especie. El hombre malo, al contrario, se define como
el que renuncia al buen ejercicio de racionalidad, y elige el vicio en
vez de la virtud, apartándose así del fin natural o felicidad. El
hombre bueno se relaciona directamente con el hombre feliz, el hombre
malo, por consiguiente no puede ser feliz. Para Aristóteles,
resultaría imposible que un hombre malo, es decir, que se aleja del
fin natural, fuera feliz frente a uno bueno, que cumple con el fin
natural dado según el orden teleológico. Por lo tanto, el caso propuesto con anterioridad
supondría una rotura del orden natural de las cosas, como si un pez
volara. En el siguiente párrafo veremos como desdobla Aristóteles
la racionalidad.
Como
ya hemos visto, la felicidad consiste en una actividad del alma
racional conforme a la excelencia o virtud. En cambio, Aristóteles
considera que la racionalidad se subdivide en la racionalidad
práctica y la racionalidad teórica.En
cuanto a la racionalidad práctica, está directamente relacionada
con la facultad deliberadora de la parte racional del alma, esta facultad reflexiona sobre lo contingente o probable, es decir, aquello que puede suceder de muchas maneras. Por ejemplo, lo que yo elija hacer esta tarde para preparar la PAU depende de mi elección. Por eso la facultad deliberativa es aquella que calcula y reflexiona sobre qué es lo bueno y conveniente en cada momento y situación, es decir, qué bienes-medios, o fines-para-otros-fines son buenos, tanto para la propia felicidad
individual (ética), como para la felicidad colectiva (política). La
racionalidad práctica, entonces, es la racionalidad apropiada para
la praxis de acciones humanas.
Hablando
de racionalidad teórica, se trata de la forma de racionalidad
implicada en esta actividad. Se ejerce entonces, mediante la facultad
científica de la parte racional del alma. Esta facultad no
reflexiona sobre acciones ni elecciones humanas, es decir, sobre lo contingente, o probable, sino sobre lo que ocurre necesariamente, es decir del objeto del que se ocupan ciencias como las
matemáticas, la teología, la física. Para Aristóteles, este
tipo de desdoblamiento tiene consecuencias a la hora de diseñar el
modelo de vida feliz, pues ya hemos descubierto que la felicidad
consiste en un tipo de vida que se basa principalmente en el
ejercicio de la racionalidad conforme a la excelencia. Pero puesto
que ahora vemos que la actividad de la razón se desdobla en dos: la
racionalidad práctica, ligada a las acciones; y la racionalidad
teórica, ligada al conocimiento. La consecuencia de este
desdoblamiento consiste en las dos propuestas distintas de vida feliz
que se recogen en la Ética a Nicómano; la vida práctica y
la vida teorética, las cuales serán explicadas en el párrafo siguiente.
La vida ético-política, es la vida práctica para Aristóteles, la vida del ciudadano de la polis, al que está orientada la ética como guía para llevar una vida feliz, esta vida requiere el ejercicio de la virtud como disposición a actuar conforme a la recta razón eligiendo siempre el término medio entre los extremos. La elección del término medio exige el despliegue de la razón práctica para fijarlo, por ello orienta hacia la felicidad. En oposición, a este modelo de felicidad está la vida teorética o vida contemplativa (o filosófica) es la vida propia del filósofo o sabio, está basada en el ejercicio de la racionalidad teórica o la contemplación de las cosas eternas y divinas. Esta vida requiere del conocimiento, que es la virtud dianoética que incluye a otras dos: la ciencia y el intelecto. Este tipo de vida permite la felicidad más perfecta, más divina que la humana si cabe. Es accesible a una minoría: los filósofos. En el parágrafo siguiente analizaremos si se puede dar la felicidad en un contexto de soledad.
Tenemos que conocer que la vida feliz no es para Aristóteles una vida solitaria, sino una vida en sociedad. En su obra La Política nos explica que el ser humano es un animal destinado por la naturaleza a vivir en la polis. Ser hombre, significa, entonces, vivir en sociedad, lo cual no significa simplemente vivir en compañía de su especie, sino interactuar con otros seres humanos mediante acciones dirigidas por la razón, hablando y razonando sobre diversos temas, es en esto en lo que consiste ejercer la función propia del ser humano. Aristóteles explica este problema, declarando que al igual que una pierna es una parte del cuerpo, el hombre forma parte de la polis. El filósofo estaba convencido de que la polis democrática era el marco idóneo para que un individuo humano pudiera desarrollar mediante la actividad política, el contacto social y la comunicación, todas las capacidades y potencialidades que la naturaleza le ha otorgado para alcanzar su fin: la felicidad. Aristóteles al igual que Platón, su maestro, pensaba que la felicidad sólo puede alcanzarse dentro de un orden social y político adecuado y justo.
En
conclusión, la definición de bien y felicidad está condicionada por tres principios: que todos los
seres naturales tienden al cumplimiento de un fin natural o telos; que este fin es completamente diferente para cada especie; y que el
fin de cada ser natural es su bien. El bien de cualquier ser natural
consiste en cumplir su telos. En cuanto a la felicidad y su relación
con los bienes, la felicidad es considerada
por Aristóteles como el bien supremo, por lo tanto, la
felicidad es el fin último, mientras que el resto de bienes se
consideran medios para conseguir esta. En cuanto al fin del hombre,
sabemos que el fin natural al que la naturaleza ha destinado al
hombre, es la felicidad. Definimos virtud humana como excelencias en el
ejercicio de las funciones del alma que involucran a la racionalidad,
que es la función propia del ser humano y existen dos tipos de
excelencias o virtudes: las éticas y las dianoéticas. Las virtudes
éticas o excelencias del carácter que están directamente
relacionadas con la excelencia en el funcionamiento de la parte
deseante del alma humana, que debe ser gobernada por la razón práctica o prudencia, (virtud dianoética) que facilita el hallazgo del término medio entre los extremos. Éstas virtudes tienen que ver con la excelencia en el
funcionamiento de la parte racional del alma humana. La eudaimonía, o ‘’felicidad’’ es la meta última del hombre y para lograrla
necesitamos: las virtudes éticas o excelencias del carácter, el
placer natural y un mínimo de bienes exteriores. El hombre bueno o
virtuoso es aquel que ejerce bien la racionalidad y las virtudes
éticas y cumple el fin natural de su especie. El hombre malo, al
contrario, es el que renuncia al buen ejercicio de racionalidad y
elige el vicio en vez de la virtud, apartándose así del fin natural
o felicidad. Como ya hemos visto, la felicidad consiste en una
actividad del alma racional conforme a la excelencia o virtud, pero
puesto que el filósofo considera que la racionalidad se subdivide en
la racionalidad práctica y la racionalidad teórica sugiere dos
propuestas distintas de vida feliz: la vida práctica o
ético-política, la felicidad del ciudadano, y la vida teorética o vida contemplativa (o
filosófica). Por último, al igual que Platón, Aristóteles
considera la felicidad como un fin que sólo puede alcanzarse en una
polis democrática.
Fuentes:
Ética a Nicómano Libro II / Carlos Roser Martínez / pág (22-32)
Wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Polis
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