domingo, 5 de mayo de 2019

Bien, felicidad y virtud. Por Sofía Pozo. 2º B


Bien, felicidad y virtud (excelencia)

Para un correcto desarrollo de la temática de la redacción, creemos importante responder las siguientes cuestiones:¿Qué es el bien natural humano?, ¿Qué es y en qué consiste la felicidad?, ¿Qué es la areté o virtud?, ¿En qué consisten las virtudes éticas y dianoéticas y cómo se relacionan con la felicidad?, ¿Cómo se define al hombre bueno o virtuoso?,¿Cómo se desdobla la racionalidad?, ¿Es posible la felicidad en un mundo fuera de la polis


Entendemos los conceptos aristotélicos de bien y felicidad sabiendo que solo son entendibles de manera adecuada en un mundo visto de manera aristotélica. Aristóteles comprende el mundo físico de una manera ordenada y finalista o teológica. Esta forma de comprender el universo se puede sintetizar en tres principios: el primero de ellos supondría entender que todos los seres naturales, incluyendo desde seres vivos a piedras, o el aire, tienden al cumplimiento de un fin natural o telos, que comprende el principio de la teología universal; el segundo principio nos anuncia que este fin es completamente diferente para cada especie de seres y depende estrictamente de su naturaleza; el tercer y último principio consiste en que el fin de cada ser natural es su bien, a alcanzar. Al adquirir dicho fin tendría como consecuencia la adquisición de cierta perfección.


De esta forma para Aristóteles, el bien de cualquier ser natural consiste en cumplir su telos, lograr aquello para lo que está naturalmente ordenado. El ser humano, al ser un un ser natural más, también está orientado a alcanzar su telos, que consistirá en el desarrollo y educación de sus potencialidades naturales para cumplir excelentemente su telos más elevado, la felicidad. Aunque éste constituye el fin último también existen otras cosas que los humanos desean por considerarlas también fines o bienes apetecibles, pero la diferencia radica en que, estos fines o bienes secundarios que podríamos llamar bienes-medios o fines-para-otros-fines superiores, están subordinados al fin supremo, la felicidad. De este modo, al ser muchos los fines, o bienes-medios que nos proponemos, son muchos los que perseguimos. Aristóteles considera que lo que los seres humanos denominamos bienes, no es ni más ni menos que los objetivos que perseguimos con nuestras acciones, fines-para-otros-fines superiores que consideramos como cosas valiosas y deseables, con vistas a alcanzar el bien supremo o felicidad.


La felicidad  es considerada por Aristóteles como el bien supremo, pues todos los demás bienes-medios, o fines-para-otros-fines,  están subordinados a ella: los deseamos en vista a la felicidad, como por ejemplo, la salud. Entendemos entonces, la felicidad como el fin último, mientras que el resto de bienes se consideran medios para conseguir esta. Por eso, es el único bien perfecto y autosuficiente porque es el único que se elige exclusivamente por sí mismo y no como medio para alcanzar otros bienes. Entendiendo que la felicidad no es la riqueza ya que la riqueza en sí misma, el tener mucho dinero, por tenerlo, no nos hace felices. Tampoco es la felicidad el honor, ya que este depende de los ojos con los que nos miran los demás y eso no depende de nosotros, el perseguir el honor nos podría llevar a la esclavitud del que obra para agradar a los demás. En este sentido el honor tiene que venir de la admiración que suscitamos en la práctica de la virtud, es decir, del perfeccionamiento de nuestro propia naturaleza.  Está virtud está relacionada con lo que lleva a la plenitud la naturaleza del hombre alcanzando su fin natural. De este modo, Aristóteles nos dice que la felicidad no es algo que se consiga sin esfuerzo. Para Aristóteles la felicidad consiste en una cierta forma de vivir y de actuar, forma propia y específica de un humano cabal, pleno, integral, auténtico. Veamos cómo descubre el fin natural del hombre.

Para averiguar cuál es el fin natural del hombre, basta con examinar con qué capacidades ha dotado la naturaleza al ser humano. Nuestro filósofo supone que la naturaleza ha otorgado a cada ser vivo de aquello que requiere para conseguir su fin natural, por ejemplo, las plantas han sido dotadas de las capacidades necesarias para cumplir su fin, el de la vida de una planta; a los animales con la capacidad del movimiento y la sensibilidad, para llevar una vida animal plena; sin embargo, a los seres humanos  les ha dotado de las mismas capacidades que a los animales, como las sensitivas o de automoción, que les permitiría llevar la vida del animal, y, además la capacidad que la distingue de los animales, el logos, que es la capacidad de razonar y del lenguaje, única y específica de ellos. Todo esto con el fin de que piense y que dirija su vida desde la razón, esto implica utilizar el lenguaje e interactuar socialmente con otros seres racionales, de lo contrario se degradaría su naturaleza humana. En consecuencia, el fin natural al que la naturaleza ha destinado al hombre, es decir, la felicidad, consistirá en vivir como ser humano, lo que implica ejercitar la razón en un contexto social y no de cualquier manera, sino de una manera virtuosa, esto es, excelentemente. Precisamente de la definición de areté o virtud nos ocupamos seguidamente.

Entendemos que areté o virtud es sinónimo de excelencia. El término areté es un término griego que se suele traducir como virtud. Los griegos lo aplicaban cuando algo ofrecía un buen desempeño. Así hablaríamos de un caballo virtuoso cuando se trata de un caballo veloz, sano, elegante en el ejercicio de las funciones acordes con la naturaleza de caballo...  Las virtudes humanas son excelencias en el ejercicio de las funciones del alma que involucran a la racionalidad, que es la función propia del ser humano. Se pueden distinguir, por lo tanto, dos tipos de excelencias o virtudes: las éticas y las dianoéticas, las cuales veremos en el siguiente párrafo relacionándolas con la felicidad y la vida buena.

Entendemos las virtudes éticas o excelencias del carácter que están directamente relacionadas con la excelencia en el funcionamiento de la parte deseante del alma humana, que, aun cuando es irracional, se deja gobernar por la razón. En cuanto a las virtudes o excelencias dianoéticas tienen que ver con la excelencia en el funcionamiento de la parte racional del alma humana. Para entender lo que será explicado a continuación es preciso explicar el término eudaimonía, que nosotros traducimos como ‘’felicidad’’ cuyo significado refleja una idea muy extendida en el mundo griego: la idea de el obrar el bien, ajustados a la naturaleza propia y vivir una vida feliz están estrechamente unidos. Los términos necesarios para lograr la eudaimonía, es decir, una vida buena y feliz, son: en primera instancia, las virtudes éticas o excelencias del carácter, que, como ya hemos definido, está relacionada directamente al ejercicio de racionalidad; en segundo lugar, el placer natural que está relacionado de manera indisoluble a la racionalidad y la virtud.Como el ejercicio de la racionalidad es una actividad natural, debe ser placentera, pues el ejercicio de cualquier actividad natural es siempre agradable; en tercer y último lugar un mínimo de bienes exteriores, como son: relaciones sociales, patrimonio suficiente, salud, belleza y una buena organización política, entre otros. Dado que la Ética de Aristóteles es una ética de sentido común, el tipo de vida en el que consiste la felicidad solo es posible si se poseen bienes exteriores además de la virtud. La felicidad, por lo tanto no consiste expresamente en ellos, pero no sucede sin ellos, es una condición para la felicidad. De estos tres elementos explicados, el más importante y clave para la vida feliz serían las virtudes o excelencias éticas las cuales analizaremos en el siguiente párrafo.

El hombre bueno o virtuoso se define como aquel que ejerce bien la racionalidad y las virtudes éticas, de este modo, cumple como fin natural de su especie. El hombre malo, al contrario, se define como el que renuncia al buen ejercicio de racionalidad, y elige el vicio en vez de la virtud, apartándose así del fin natural o felicidad. El hombre bueno se relaciona directamente con el hombre feliz, el hombre malo, por consiguiente no puede ser feliz. Para Aristóteles, resultaría imposible que un hombre malo, es decir, que se aleja del fin natural, fuera feliz frente a uno bueno, que cumple con el fin natural dado según el orden teleológico. Por lo tanto, el caso propuesto con anterioridad supondría una rotura del orden natural de las cosas, como si un pez volara. En el siguiente párrafo veremos como desdobla Aristóteles la racionalidad.

Como ya hemos visto, la felicidad consiste en una actividad del alma racional conforme a la excelencia o virtud. En cambio, Aristóteles considera que la racionalidad se subdivide en la racionalidad práctica y la racionalidad teórica.En cuanto a la racionalidad práctica, está directamente relacionada con la facultad deliberadora de la parte racional del alma, esta facultad reflexiona sobre lo contingente o probable, es decir, aquello que puede suceder de muchas maneras. Por ejemplo, lo que yo elija hacer esta tarde para preparar la PAU depende de mi elección. Por eso la facultad deliberativa es aquella que calcula y reflexiona sobre qué es lo bueno y conveniente en cada momento y situación, es decir, qué bienes-medios, o fines-para-otros-fines son buenos, tanto para la propia felicidad individual (ética), como para la felicidad colectiva (política). La racionalidad práctica, entonces, es la racionalidad apropiada para la praxis de acciones humanas.

Hablando de racionalidad teórica, se trata de la forma de racionalidad implicada en esta actividad. Se ejerce entonces, mediante la facultad científica de la parte racional del alma. Esta facultad no reflexiona sobre acciones ni elecciones humanas, es decir, sobre lo contingente, o probable, sino sobre lo que ocurre necesariamente, es decir del objeto del que se ocupan ciencias como las matemáticas, la teología, la física. Para Aristóteles, este tipo de desdoblamiento tiene consecuencias a la hora de diseñar el modelo de vida feliz, pues ya hemos descubierto que la felicidad consiste en un tipo de vida que se basa principalmente en el ejercicio de la racionalidad conforme a la excelencia. Pero puesto que ahora vemos que la actividad de la razón se desdobla en dos: la racionalidad práctica, ligada a las acciones; y la racionalidad teórica, ligada al conocimiento. La consecuencia de este desdoblamiento consiste en las dos propuestas distintas de vida feliz que se recogen en la Ética a Nicómano; la vida práctica y la vida teorética, las cuales serán explicadas en el párrafo  siguiente.

La vida ético-política, es la vida práctica para Aristóteles, la vida del ciudadano de la polis, al que está orientada la ética como guía para llevar una vida feliz, esta vida requiere el ejercicio de la virtud como disposición a actuar conforme a la recta razón eligiendo siempre el término medio entre los extremos. La elección del término medio  exige el despliegue de la razón práctica para fijarlo, por ello orienta hacia la felicidad. En oposición, a este modelo de felicidad está  la vida teorética o vida contemplativa (o filosófica) es la vida propia del filósofo o sabio, está basada en el ejercicio de la racionalidad teórica o la contemplación de las cosas eternas y divinas. Esta vida requiere del conocimiento, que es la virtud dianoética que incluye a otras dos: la ciencia y el intelecto. Este tipo de vida permite la felicidad más perfecta, más divina que la humana si cabe. Es accesible a una minoría: los filósofos. En el parágrafo siguiente analizaremos si se puede dar la felicidad en un contexto de soledad.

Tenemos que conocer que la vida feliz no es para Aristóteles una vida solitaria, sino una vida en sociedad. En su obra La Política nos explica que el ser humano es un animal destinado por la naturaleza a vivir en la polis. Ser hombre, significa, entonces, vivir en sociedad, lo cual no significa simplemente vivir en compañía de su especie, sino interactuar con otros seres humanos mediante acciones dirigidas por la razón, hablando y razonando sobre diversos temas, es en esto en lo que consiste ejercer la función propia del ser humano. Aristóteles explica este problema, declarando que al igual que una pierna es una parte del cuerpo, el hombre forma parte de la polis. El filósofo estaba convencido de que la polis democrática era el marco idóneo para que un individuo humano pudiera desarrollar mediante la actividad política, el contacto social y la comunicación, todas las capacidades y potencialidades que la naturaleza le ha otorgado para alcanzar su fin: la felicidad. Aristóteles al igual que Platón, su maestro, pensaba que la felicidad sólo puede alcanzarse dentro de un orden social y político adecuado y justo.

En conclusión, la definición de bien y felicidad está condicionada  por tres principios:  que todos los seres naturales tienden al cumplimiento de un fin natural o telos; que este fin es completamente diferente para cada especie; y que el fin de cada ser natural es su bien. El bien de cualquier ser natural consiste en cumplir su telos. En cuanto a la felicidad y su relación con los bienes, la felicidad  es considerada por Aristóteles como el bien supremo, por lo tanto, la felicidad es el fin último, mientras que el resto de bienes se consideran medios para conseguir esta. En cuanto al fin del hombre, sabemos que el fin natural al que la naturaleza ha destinado al hombre, es  la felicidad. Definimos virtud humana como excelencias en el ejercicio de las funciones del alma que involucran a la racionalidad, que es la función propia del ser humano y existen dos tipos de excelencias o virtudes: las éticas y las dianoéticas. Las virtudes éticas o excelencias del carácter que están directamente relacionadas con la excelencia en el funcionamiento de la parte deseante del alma humana, que debe ser gobernada por la razón práctica o prudencia, (virtud dianoética) que facilita el hallazgo del término medio entre los extremos. Éstas virtudes tienen que ver con la excelencia en el funcionamiento de la parte racional del alma humana. La eudaimonía, o ‘’felicidad’’ es la meta última del hombre y para lograrla necesitamos: las virtudes éticas o excelencias del carácter, el placer natural y un mínimo de bienes exteriores. El hombre bueno o virtuoso es aquel que ejerce bien la racionalidad y las virtudes éticas y cumple el fin natural de su especie. El hombre malo, al contrario, es el que renuncia al buen ejercicio de racionalidad y elige el vicio en vez de la virtud, apartándose así del fin natural o felicidad. Como ya hemos visto, la felicidad consiste en una actividad del alma racional conforme a la excelencia o virtud, pero puesto que el filósofo considera que la racionalidad se subdivide en la racionalidad práctica y la racionalidad teórica sugiere dos propuestas distintas de vida feliz: la vida práctica o ético-política, la felicidad del ciudadano, y la vida teorética o vida contemplativa (o filosófica). Por último, al igual que Platón, Aristóteles considera la felicidad como un fin que sólo puede alcanzarse en una polis democrática.


Fuentes: Ética a Nicómano Libro II / Carlos Roser Martínez / pág (22-32)

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