martes, 30 de abril de 2019

La finalidad práctica de la “Ética a Nicómaco: acción, hábito y carácter. Por Héctor López 2A.


La finalidad práctica de la “Ética a Nicómaco: acción, hábito y carácter. Por Héctor López 2A. 


Para un desarrollo adecuado de la temática de la redacción, creo conveniente responder las siguientes cuestiones:   ¿qué es la Ética?, ¿cuál es la finalidad práctica de la Ética a Nicómaco?, ¿qué es acción, hábito y cáracter?, ¿cómo afecta las acciones y los hábitos al carácter y cómo afecta el carácter a las acciones y hábitos? ¿qué son los hábitos, las acciones y el carácter?, ¿qué diferencia a los humanos de los animales?, ¿qué tipos de hombre hay?

 En la actualidad llamamos Ética, a la rama de la filosofía que reflexiona sobre un conjunto de problemas relacionados con el bien, el mal, la acción, los hábitos, las costumbres, la moral, la felicidad, el deber moral, etc. La Ética antigua, en particular, es una reflexión filosófica centrada sobre todo en la felicidad humana. Aunque se considera a Aristóteles el fundador de esta disciplina filosófica, él no usó nunca el término “Ética”: habla más bien de la “ciencia práctica de la felicidad”. Por tanto, ya el mismo nombre, en el sentido que le da Aristóteles huye de la especulación y la pura teoría. En este sentido, esta ciencia se ocuparía de investigar en qué consiste la felicidad concreta de cada uno y, sobre todo, cómo podemos alcanzarla cada uno, y dentro de esa ciencia hay dos ramas: la Política y la ÉticaLa Ética se ocuparía de investigar el tipo de vida y clase de bienes que conducen a la felicidad del individuo y la Política se ocuparía de investigar cual es la forma de organizar políticamente el Estado y qué leyes o instituciones son las más convenientes para todos, para que cada individuo pueda alcanzar su felicidad. Por eso para Aristóteles, la Ética y la Política persiguen el mismo fin: la felicidad.

La obra de Aristóteles sobre la que reflexionaremos, es un tratado de Ética, es decir, una reflexión filosófica en orden a actuar bien en cada situación para que cada individuo consiga su felicidad humana. De modo que la finalidad de la Ética no es teórica (alcanzar el conocimiento por el mero afán de saber), sino práctica, es decir, lograr ciertos conocimientos que sean útiles para la praxis (la acción), o sea, que ayuden a vivir mejor y hagan más fácil el logro de la felicidad. Ahora bien, la felicidad está relacionada con las acciones, hábitos desde los que constituimos nuestro carácter. 

Desde el punto de vista de Aristóteles, podríamos definir una acción humana como la conducta puntual y consciente que resulta de la deliberación y la elección voluntaria aproximándonos o distanciándonos de nuestra felicidad; podríamos definir hábito, como una fuerza o inclinación a comportarnos que resulta de la reiteración de acciones en una misma dirección aproximándonos o distanciándonos de nuestra felicidad; y podríamos definir carácter como la personalidad feliz o desdichada que resulta de nuestros hábitos. Lo problemático de esta secuencia: acción, hábito y carácter viene de la pregunta: ¿cómo afectan las acciones y los hábitos al carácter y el carácter a los hábitos y las acciones? 


Se trata de una pregunta problemática, porque para Aristóteles las acciones, y por consiguiente los hábitos, en gran medida, resultan de la fuerza de un carácter; y a la inversa, el carácter se constituye a través de las acciones y hábitos correspondientes. Por tanto, se produce una circularidad: las acciones y hábitos que resultan de ellas constituyen el carácter; y el carácter o personalidad constituida influye poderosamente en la elección de acciones que realizamos y hábitos que adquirimos. Al igual que sin huevo no hay gallina, sin acciones y los correspondientes hábitos no hay carácter, pero del mismo modo que sin gallina no hay huevo, sin carácter no hay acciones y los hábitos que de ella resulten. Pues bien, es justo en medio de esta problematicidad circular en la que se instala la ética de Aristóteles, por eso afirma Aristóteles que la virtud es una predisposición o tendendia a la elección del término medio de acuerdo a la recta razón o inteligencia práctica.


Según Aristóteles, la naturaleza ha dado a algunos individuos ciertas tendencias o dones naturales, de modo que algunos poseen por nacimiento una mayor tendencia a la justicia, a la moderación, a la valentía, etc. Estas cualidades naturales definen, en un principio, a la naturaleza individual de cada uno y marcan las diferencias naturales o de temperamento entre los distintos individuos. Pero estos dones naturales no son las virtudes éticas, debido a que las virtudes éticas no se tienen por nacimiento, sino que se adquieren a lo largo de la vida con la práctica y el ejercicio, y su adquisición requiere esfuerzo. Las virtudes éticas son hábitos o disposiciones para actuar que se adquieren acostumbrándonos, mediante la repetición de acciones virtuosas, del mismo modo que desarrollamos fuerza en nuestros músculos a base de entrenamiento y de ejercicios repetitivos en el gimnasio. Así, repitiendo acciones valerosas e imitando a los valientes, desarrollamos el hábito y la virtud de la valentía y nos hacemos valientes, repitiendo acciones justas adquirimos la virtud de la justicia y nos hacemos justos, y de igual modo con acciones generosas, desarrollamos el hábito de la generosidad y nos hacemos generosos. O por poner un ejemplo cercano a nosotros: ¿cómo adquiere uno el hábito de estudiar, para ser un buen estudiante? Pues estudiando y repitiendo muchas veces esas acciones, aunque en un principio pueda resultar costoso, pero una vez adquirido el hábito de estudiar, las acciones en el estudio “fluyen” de forma espontánea y sin esfuerzo. De la misma manera se adquieren también los vicios. Repitiendo acciones malas, inadecuadas para nuestra felicidad y adquirimos hábitos malos. De este modo, las acciones, ayudan a determinar todo tipo de hábitos, ya sean hábitos buenos (virtudes) o hábitos malos (vicios).

Con todo esto, Aristóteles decía que los vicios y las virtudes definen el carácter (êthos) o modo de ser de un individuo. Por eso se habla de vicio y virtudes éticas, es decir, de vicios y virtudes del êthos o del carácter. Vicios y virtudes son hábitos o disposiciones del carácter que nos mueven a actuar y a elegir en una determinada dirección: bien alejándonos del fin natural de la felicidad y de la perfección, bien aproximándonos a él.

A partir de su análisis sobre la adquisición de las virtudes y los vicios, Aristóteles formula una idea formidable y sumamente interesante, a saber: “Lo que somos y cómo somos (nuestro carácter) es obra de uno mismo”. En efecto, nuestro carácter es el resultado de la cadena de acciones y elecciones (virtuosas o no) que han generado nuestros buenos o malos hábitos, virtudes o vicios. Por eso dice Aristóteles que “cada uno es en cierto modo causante de su propio carácter”. Adquiriendo virtudes conformamos un carácter bueno, y adquiriendo vicios un carácter malo o corrompido.

El carácter viene a ser como una “segunda naturaleza” que se superpone a los dones y a las carencias naturales que tenemos por nacimiento (nuestra primera naturaleza). El carácter es siempre adquirido, y puede potenciar nuestros dones y carencias naturales o, por el contrario, llegar a anularlos. De modo que, según Aristóteles, no nacemos como somos, sino que nos hacemos.

Esto último marca una diferencia fundamental entre el hombre y el animal: el animal no puede elegir ni proponerse fines o intenciones en su conducta, pues le falta la capacidad de deliberar. Sin embargo, sin proponérselo, un animal vive como es debido, conforme a su naturaleza. Su modo de ser está determinado por su naturaleza y es producto en exclusiva de ella. El ser humano en cambio, fábrica su modo de ser (carácter) mediante acciones intencionadas (praxis) y elecciones racionales, y se hace a sí mismo a través de sus acciones, adquiriendo virtudes y vicios que se integran en su carácter y que pueden perfeccionar o corromper su naturaleza racional. De esta forma, a diferencia del animal, un individuo humano es capaz de darse forma a sí mismo, del mismo modo que un artesano da forma a la arcilla para crear estatuas. Las acciones intencionadas y elegidas (praxis) originan al ser humano pleno y son “productoras de humanidad”.

El hombre virtuoso (el hombre de buen carácter) está dispuesto a las acciones virtuosas, pues brotan de su carácter de forma espontánea y fácil, como si de una tendencia natural se tratara, y además con placer. Por eso un buen carácter va asociado al estilo de vida feliz y dichoso. Lo contrario ocurre al hombre malo, al hombre que, mediante acciones y hábitos malos, se ha fabricado un carácter malo. Sus vicios le hacen incapaz de proponerse fines y propósitos racionales, sanos y buenos para su felicidad. Sus inclinaciones y apetitos llevan su alma a la deriva y están fuera del control de la razón. Por eso un carácter malo nos aproxima a un animal irracional y nos aleja de la excelencia que un ser humano podría alcanzar si se lo hubiera propuesto; además, va asociado a un estilo de vida miserable y poco dichoso.

Como hemos visto, nuestro modo de ser o carácter, una vez consolidado, nos predispone a ciertas acciones y hace imposible la realización de otras. El cobarde, por ejemplo, es incapaz de realizar acciones valerosas porque la cobardía forma parte de su carácter. Una vez que alguien ha desarrollado un vicio ya no puede volver atrás, ni siquiera queriendo, pues se ha corrompido irreversiblemente: el cobarde seguirá siendo un cobarde aunque quiera ser valiente, lo mismo que el enfermo no deja de estarlo, por mucho que quiera estar sano. El cobarde, cegado por el vicio de la cobardía, considera (erróneamente) que lo conveniente para él son las acciones cobardes y no se propondrá como fin acciones valerosas.

En conclusión, la Ética es la rama de la filosofía que reflexiona sobre los problemas relacionados con el bien, la moral, la felicidad, etc., y la finalidad práctica de la Ética a Nicómaco es lograr ciertos conocimientos para conseguir la felicidad. Las acciones ayudan a determinar los hábitos, ya sean hábitos buenos (virtudes) o hábitos malos (vicios), donde hábito es la tendencia a actuar de una cierta manera en un individuo debido a la práctica reiterada de alguna acción, y los vicios y virtudes determinan el carácter o modo de ser de un individuo, y relacionado con el carácter pueden haber; hombres de buen carácter (hombre virtuoso) o hombres de mal carácter (hombre malo). También cabe destacar la diferencia entre el hombre y el animal y es que el ser humano puede fabricar su carácter con acciones intencionadas (praxis) y los animales no.


martes, 16 de abril de 2019

Breve relación entre ética y política según Aristóteles. Por Alejandro González. 2ºA


La ética, dice Aristóteles, tiene como objetivo alcanzar el fin propio del hombre al que se dirigen todas las actividades humanas, es decir, la felicidad. Todos nuestros actos tienen un fin, por ejemplo: estudiar tiene por fin aprobar, aprobar obtener un título y obtener un título tener acceso a otro título o al mercado laboral, etc.; estas acciones tienen finalidades que a su vez tienen otros fines pero aquel fin que se busca por sí mismo es el fin supremo y a eso le damos el nombre de felicidad. Mientras que la ética se encarga de la felicidad de un individuo la política trata de buscar la felicidad de un conjunto social; a su vez, al ser el hombre un ser sociable por naturaleza la felicidad del individuo está indisolublemente unida a la felicidad del cuerpo social al que pertenece, por lo que Aristóteles concluye que la ética es, en realidad, una parte de la política, por lo que, la felicidad del conjunto social es más importante que la del individuo.

domingo, 14 de abril de 2019

La esclavitud según Aristóteles.


Respecto al origen y constitución de la sociedad mantendrá, al igual que Platón, la teoría de la "sociabilidad natural" del hombre. El hombre es un animal social, es decir, un ser que necesita de los otros de su especie para sobrevivir. El núcleo originario de la comunidad social o política es la familia. Las necesidades naturales de los hombres llevan a la configuración de este pequeño grupo social que será la base de organizaciones más amplias como la aldea y la ciudad: "La familia es así la comunidad establecida por la naturaleza para la convivencia de todos los días". Aristóteles utiliza también el argumento del lenguaje para reforzar su interpretación de la sociabilidad natural del hombre. El lenguaje requiere la necesidad de otra persona para poder producirse. Por lo que sería difícilmente explicable el fenómeno lingüístico si partiéramos de la concepción de la anterioridad del individuo respecto a la sociedad.

Por otro lado, la propiedad es una parte integrante de la familia y la posesión forma igualmente parte de la familia, puesto que sin las cosas de primera necesidad los hombres no podrían vivir y menos vivir dichosos. Se sigue de aquí que, así como las demás artes necesitan de instrumentos especiales para llevar a cabo su obra, la familia debe tener igualmente los suyos. Entre los instrumentos hay unos que son inanimados y otros que son vivos. Por ejemplo, para el patrón de un barco, el timón es un instrumento sin vida y el marinero de proa un instrumento vivo. Conforme al mismo principio, puede decirse que la propiedad no es más que un instrumento de la existencia, la riqueza una porción de instrumentos y el esclavo una propiedad viva. Lo mismo sucede con el señor y el esclavo. El señor es simplemente señor del esclavo, pero no depende esencialmente de él; el esclavo, por lo contrario, no es sólo esclavo del señor, sino que depende de éste absolutamente. Esto prueba claramente lo que el esclavo es en sí y lo que puede ser. Por una ley natural no pertenece a sí mismo, sino que, no obstante ser hombre, pertenece a otro, es naturalmente esclavo. Es hombre de otro el que, se convierte en una propiedad, y como propiedad es un instrumento de uso y completamente individual. Es preciso ver ahora si hay hombres que sean tales por naturaleza o si no existen, y si, sea de esto lo que quiera, es justo y útil el ser esclavo, o bien si toda esclavitud es un hecho contrario a la naturaleza. 

Cuando un hombre es inferior a otros, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y tal que es la condición de todos aquellos en quienes el empleo de las fuerzas corporales es el mejor y único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor. Porque es esclavo por naturaleza el que puede entregarse a otro y lo que precisamente le obliga a hacerse de otro es el no poder llegar a comprender la razón sino cuando otro se la muestra, pero sin poseerla en sí mismo. La naturaleza misma lo quiere así, puesto que hace los cuerpos de los hombres libres son diferentes de los de los esclavos, dando a éstos el vigor necesario para las obras penosas de la sociedad. Haciendo, por lo contrario, a los primeros incapaces de doblar su erguido cuerpo para dedicarse a trabajos duros y destinándolos solamente a las funciones de la vida civil.